El MP3 reduce las emociones positivas de los instrumentos, según un estudio
Esta semana ha estado rondando en la web un polémico artículo de investigación publicado en el número 11 del volumen 64 de la revista de la Sociedad de Ingeniería de Audio (AES) donde, a partir de una investigación en ciertos instrumentos grabados y comprimidos a MP3, se afirma que dicho formato reduce factores emocionales considerados positivos, realzando los considerados neutrales o negativos.
Quizás es un asunto que ante una escucha abierta no tenga mucho sentido, dado que más allá de los juicios los sonidos nos habitan y recorren sin más, y lo que para unos es cómodo quizá para otros es lo más desagradable, por tanto hay que entender que se trata de un estudio científico que no pretende situarse sobre dominios únicamente estéticos y relaciones meramente subjetivas sino en procesos de identificación de ciertos valores al timbre y la emoción en términos de lo científicamente establecido en relación a cómo suenan ciertos instrumentos.
El veredicto del artículo, a cargo de un grupo de investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, donde indaga sobre las características emocionales atribuidas a ocho instrumentos en sonido sostenido, es que “al comparar los sonidos comprimidos en alrededor de diez categorías emocionales en diferentes bit rates, los resultados muestran que la compresión MP3 fortaleció características emocionales neutrales y negativas como lo misterioso, temeroso, miedoso y triste; y debilitaba características emociones positivas como lo alegre, heróico, romántico, cómico y calmo.”
Puede parecer curiosa esta forma de establecer matemáticamente las emociones, pero en realidad se trata de patrones previamente trabajados en otras investigaciones, donde se suelen identificar ciertas características del timbre en correspondencia con diversas emociones que se relacionan en puntos específicos de la dinámica acústica, utilizando dos variables, una que indica la emoción y otra el nivel de energía de una determinada categoría emocional.
En lo que respecta a los instrumentos, se utilizaron fagot, clarinete, flauta, trompa, oboe, saxofón, trompeta y violín, evaluados mediante sonidos sostenidos en una frecuencia fundamental cercana a 311.1Hz. Fueron grabados y luego comprimidos mediante un codificador LAME MP3 en diferentes tasas de bit: 112Kbps, 56Kbps y 32Kbps. Las comparaciones se realizaban con pruebas de escucha donde los oyentes elegían, de acuerdo a lo que iban escuchando, entre las categorías asignadas. Para ello se oían un par de sonidos del mismo instrumento en diferentes tipos de compresión, incluyendo una versión cruda, sin compresión MP3.
El artículo con detalles matemáticos y estadísticas más precisas se encuentra disponible para acceso libre desde la web de AES. Los resultados, sin embargo, quedan abiertos tanto a los consumidores de música digital, como a quienes la crean, donde vuelve a surgir la eterna pregunta de si el MP3 es el formato ideal para la reproducción de aquello que con tanto esfuerzo se crea para que suene en ciertas condiciones. Lo cierto es que este tipo de estudios pueden ayudar precisamente a mejorar los codecs o al menos cuestionarnos por aquello que se pueda estar perdiendo a la hora de reducirnos al MP3. Quizás en tasas de bit más altas es menos notorio, pero igualmente se notará, y los audiófilos más avezados no dejarán de argumentar la diferencia de estos formatos comprimidos en comparación con aquellos de alta resolución.
A medida que las memorias se hagan más amplias, las velocidades de streaming y descarga crezcan e igualmente nuestros oídos se permitan cierta exigencia, habrá seguramente nuevos estándares de calidad en términos de la compresión del audio. Sin embargo, es claro que el MP3 ha sido una de las revoluciones más importantes en el mundo del audio, ya que para bien o para mal, ha transformado radicalmente la forma como creamos, distribuimos y recibimos la música y la información audible.
Fuente y texto: hispasonic
Quizás es un asunto que ante una escucha abierta no tenga mucho sentido, dado que más allá de los juicios los sonidos nos habitan y recorren sin más, y lo que para unos es cómodo quizá para otros es lo más desagradable, por tanto hay que entender que se trata de un estudio científico que no pretende situarse sobre dominios únicamente estéticos y relaciones meramente subjetivas sino en procesos de identificación de ciertos valores al timbre y la emoción en términos de lo científicamente establecido en relación a cómo suenan ciertos instrumentos.
El veredicto del artículo, a cargo de un grupo de investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, donde indaga sobre las características emocionales atribuidas a ocho instrumentos en sonido sostenido, es que “al comparar los sonidos comprimidos en alrededor de diez categorías emocionales en diferentes bit rates, los resultados muestran que la compresión MP3 fortaleció características emocionales neutrales y negativas como lo misterioso, temeroso, miedoso y triste; y debilitaba características emociones positivas como lo alegre, heróico, romántico, cómico y calmo.”
Puede parecer curiosa esta forma de establecer matemáticamente las emociones, pero en realidad se trata de patrones previamente trabajados en otras investigaciones, donde se suelen identificar ciertas características del timbre en correspondencia con diversas emociones que se relacionan en puntos específicos de la dinámica acústica, utilizando dos variables, una que indica la emoción y otra el nivel de energía de una determinada categoría emocional.
En lo que respecta a los instrumentos, se utilizaron fagot, clarinete, flauta, trompa, oboe, saxofón, trompeta y violín, evaluados mediante sonidos sostenidos en una frecuencia fundamental cercana a 311.1Hz. Fueron grabados y luego comprimidos mediante un codificador LAME MP3 en diferentes tasas de bit: 112Kbps, 56Kbps y 32Kbps. Las comparaciones se realizaban con pruebas de escucha donde los oyentes elegían, de acuerdo a lo que iban escuchando, entre las categorías asignadas. Para ello se oían un par de sonidos del mismo instrumento en diferentes tipos de compresión, incluyendo una versión cruda, sin compresión MP3.
El artículo con detalles matemáticos y estadísticas más precisas se encuentra disponible para acceso libre desde la web de AES. Los resultados, sin embargo, quedan abiertos tanto a los consumidores de música digital, como a quienes la crean, donde vuelve a surgir la eterna pregunta de si el MP3 es el formato ideal para la reproducción de aquello que con tanto esfuerzo se crea para que suene en ciertas condiciones. Lo cierto es que este tipo de estudios pueden ayudar precisamente a mejorar los codecs o al menos cuestionarnos por aquello que se pueda estar perdiendo a la hora de reducirnos al MP3. Quizás en tasas de bit más altas es menos notorio, pero igualmente se notará, y los audiófilos más avezados no dejarán de argumentar la diferencia de estos formatos comprimidos en comparación con aquellos de alta resolución.
A medida que las memorias se hagan más amplias, las velocidades de streaming y descarga crezcan e igualmente nuestros oídos se permitan cierta exigencia, habrá seguramente nuevos estándares de calidad en términos de la compresión del audio. Sin embargo, es claro que el MP3 ha sido una de las revoluciones más importantes en el mundo del audio, ya que para bien o para mal, ha transformado radicalmente la forma como creamos, distribuimos y recibimos la música y la información audible.
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