Luis Rozalén repasa el fenómeno de una de las cajas de ritmo más míticas, analizando el porqué de la leyenda, sus mitos y sus curiosidades... hasta llegar a preguntarse, ¿merece la pena pagar por una de ellas?
Estamos en el año 2017, una cifra que ya de por sí parece del futuro, como ese año del que se hablaba en las películas de ciencia ficción de finales del siglo pasado. Y es en ese futuro cuando un objeto de hace casi 40 años está aún en plena vigencia.
Precisamente a principios de los años ochenta del pasado siglo, la marca tecnológica japonesa Roland sacaba al mercado una serie de productos que en su momento y lugar significaron un sonoro fracaso de ventas y que ahora forman parte de la mitología de la música electrónica. Es curioso que, ahora, en el futuro, algunos de los mayores éxitos de la compañía provengan precisamente de la reedición de estos aparatos en su día denostados. Vamos en este pequeño artículo a repasar este fenómeno, analizando el porqué de la leyenda, sus mitos y sus curiosidades.
En 1983, en el universo de los instrumentos musicales electrónicos se produce una revolución llamada MIDI, un estandar de comunicación universal entre aparatos de distintos fabricantes que multiplicó exponencialmente las posibilidades creativas. La Roland TR-909 es uno de los primeros productos en incorporar este estandar y salió al mercado como una caja de ritmos que pretendía emular los sonidos y técnicas de un baterista. Su paleta sonora estaba compuesta de dos tipos de generación de sonido: analógico y digital. El bombo, la caja, los toms y la palma estaban creados a partir de síntesis y los platillos y hi hats eran sonidos sampleados a la primitiva frecuencia de 6 bit.
Con tan obsoletos métodos de emulación queda claro que cualquier parecido con el sonido de una batería real era bastante remoto, así pues no triunfó en los mejores estudios por su sonido ‘no natural’, lo que trajo como consecuencia que las tiendas de segunda mano y los pawn shops se llenaran de ellas a precios que hoy nos parecerían de risa. Es en ese momento cuando caen en manos de los chicos del guetto de Chicago a finales de los 80, precisamente por su precio y es entonces cuando comienza la leyenda del house y el techno, al convertirse en una de las piedras angulares del setup de estos productores amateur. El resto ya es leyenda.
Pero, ¿qué es lo que hace especial a esta caja de ritmos? Aunque el mercado pro decidiese en su momento que la Tr 909 no merecía la pena, lleva en su interior muchas cosas que la hacen única. En primer lugar el carácter particular de cada uno de sus sonidos, con una identidad absolutamente personal que mezcla contundencia y precisión analógica con la suciedad de los samples de baja calidad. La posibilidad de alterar en tiempo real los sonidos, el hecho de incorporar en su secuenciador la función ‘Shuffle’ la posibilidad de ser programada y editada en tiempo real, sobre la marcha, sin menús ni recovecos, su alta interconectividad con otros equipos antiguos y modernos incluyendo MIDI, Sync 24 y Trigger, el hecho de tener salidas de audio individuales para cada sonido… todo esto son grandes ventajas por el precio que costaban en su día.
En la parte mala, pues aparte de no parecer una batería real lo peor es el precio. Un precio que no para de subir desde los años 90 del siglo 20 y que ahora ronda como mínimo los 3000 € por una unidad de segunda mano. ¿Merece la pena pagar ese dinero? Pues con la realidad por delante mi opinión es que no, un no rotundo. Existen miles de librerías de sonido que incluyen muestras de cada uno de los instrumentos de la 909 grabados en los mejores estudios y con los mejores medios, que realmente suenan mil veces por encima del original. Existen versiones de ‘juguete’ creadas por la propia Roland como la novísima boutique Tr 09, que conserva la mayoría de la estética de su abuela añadiendo mejoras y descartando al tiempo algunas de las características míticas en favor de la conectividad USB y que cuestan algo más de 400€, sonando prácticamente exactas al original. Y dentro de la misma marca la TR 8 concebida en un principio como clon de la también mitica Tr 808, que incluye una emulación correcta del sonido original, pero que no le llega del todo en términos de dinámica. A finales de los 90 la marca británica Novation sacó al mercado una emulación llamada Drumstation que a mi juicio es una de las mejores recreaciones, con la pega de que no incluye secuenciador y la ventaja que además clona también a la 808, estas unidades se pueden encontrar en el mercado de segunda mano por menos de 200€.
Mi consejo, si quieres una 909 quítatelo de la cabeza, invierte los 3000 € en material nuevo y comienza a hacer música ya, que es lo importante.
Fuente y texto: beatburguer
Estamos en el año 2017, una cifra que ya de por sí parece del futuro, como ese año del que se hablaba en las películas de ciencia ficción de finales del siglo pasado. Y es en ese futuro cuando un objeto de hace casi 40 años está aún en plena vigencia.
Precisamente a principios de los años ochenta del pasado siglo, la marca tecnológica japonesa Roland sacaba al mercado una serie de productos que en su momento y lugar significaron un sonoro fracaso de ventas y que ahora forman parte de la mitología de la música electrónica. Es curioso que, ahora, en el futuro, algunos de los mayores éxitos de la compañía provengan precisamente de la reedición de estos aparatos en su día denostados. Vamos en este pequeño artículo a repasar este fenómeno, analizando el porqué de la leyenda, sus mitos y sus curiosidades.
En 1983, en el universo de los instrumentos musicales electrónicos se produce una revolución llamada MIDI, un estandar de comunicación universal entre aparatos de distintos fabricantes que multiplicó exponencialmente las posibilidades creativas. La Roland TR-909 es uno de los primeros productos en incorporar este estandar y salió al mercado como una caja de ritmos que pretendía emular los sonidos y técnicas de un baterista. Su paleta sonora estaba compuesta de dos tipos de generación de sonido: analógico y digital. El bombo, la caja, los toms y la palma estaban creados a partir de síntesis y los platillos y hi hats eran sonidos sampleados a la primitiva frecuencia de 6 bit.
Con tan obsoletos métodos de emulación queda claro que cualquier parecido con el sonido de una batería real era bastante remoto, así pues no triunfó en los mejores estudios por su sonido ‘no natural’, lo que trajo como consecuencia que las tiendas de segunda mano y los pawn shops se llenaran de ellas a precios que hoy nos parecerían de risa. Es en ese momento cuando caen en manos de los chicos del guetto de Chicago a finales de los 80, precisamente por su precio y es entonces cuando comienza la leyenda del house y el techno, al convertirse en una de las piedras angulares del setup de estos productores amateur. El resto ya es leyenda.
Pero, ¿qué es lo que hace especial a esta caja de ritmos? Aunque el mercado pro decidiese en su momento que la Tr 909 no merecía la pena, lleva en su interior muchas cosas que la hacen única. En primer lugar el carácter particular de cada uno de sus sonidos, con una identidad absolutamente personal que mezcla contundencia y precisión analógica con la suciedad de los samples de baja calidad. La posibilidad de alterar en tiempo real los sonidos, el hecho de incorporar en su secuenciador la función ‘Shuffle’ la posibilidad de ser programada y editada en tiempo real, sobre la marcha, sin menús ni recovecos, su alta interconectividad con otros equipos antiguos y modernos incluyendo MIDI, Sync 24 y Trigger, el hecho de tener salidas de audio individuales para cada sonido… todo esto son grandes ventajas por el precio que costaban en su día.
En la parte mala, pues aparte de no parecer una batería real lo peor es el precio. Un precio que no para de subir desde los años 90 del siglo 20 y que ahora ronda como mínimo los 3000 € por una unidad de segunda mano. ¿Merece la pena pagar ese dinero? Pues con la realidad por delante mi opinión es que no, un no rotundo. Existen miles de librerías de sonido que incluyen muestras de cada uno de los instrumentos de la 909 grabados en los mejores estudios y con los mejores medios, que realmente suenan mil veces por encima del original. Existen versiones de ‘juguete’ creadas por la propia Roland como la novísima boutique Tr 09, que conserva la mayoría de la estética de su abuela añadiendo mejoras y descartando al tiempo algunas de las características míticas en favor de la conectividad USB y que cuestan algo más de 400€, sonando prácticamente exactas al original. Y dentro de la misma marca la TR 8 concebida en un principio como clon de la también mitica Tr 808, que incluye una emulación correcta del sonido original, pero que no le llega del todo en términos de dinámica. A finales de los 90 la marca británica Novation sacó al mercado una emulación llamada Drumstation que a mi juicio es una de las mejores recreaciones, con la pega de que no incluye secuenciador y la ventaja que además clona también a la 808, estas unidades se pueden encontrar en el mercado de segunda mano por menos de 200€.
Mi consejo, si quieres una 909 quítatelo de la cabeza, invierte los 3000 € en material nuevo y comienza a hacer música ya, que es lo importante.
Fuente y texto: beatburguer