Escuchar vinilos en alta fidelidad
La vuelta de lo analógico ya es un hecho claramente instaurado. Desde hace dos años, las ventas de vinilo en España se han incrementado un 20% cada año, más de medio millón de unidades al año. A nivel mundial, se espera llegar a los 1.000 millones de dólares a finales de 2017. Por este motivo, fundaciones que promueven la música analógica como Analogue Foundation han decidido aterrizar en Barcelona. El colectivo, fundado por el ingeniero de sonido Russell Elevado, la empresa de audio Audio-Technica, y el grupo artístico Soundwalk, y que ya ha pasado por Londres y Amsterdam, ha instalado en Discos Paradiso (Calle Ferlandina, 39) su Listening Station, un punto de escucha de vinilos de alta fidelidad. El público podrá escoger los vinilos de la tienda que quiera escuchar o traer los suyos propios, y encontrará una amplia gama de agujas y auriculares seleccionados especialmente por el colectivo para el disfrute del oyente. Este punto de escucha estará hasta el 31 de marzo, y forma parte de un ciclo de actividades y charlas centradas en la coexistencia de lo digital y lo analógico.
Dos defensores de lo analógico y partícipes de esta fiesta del vinilo son los DJs barceloneses Marc Piñol y Zero. Son conocedores del augede este viejo formato, pero critican la supremacía de las majors discográficas sobre los pequeños sellos en la producción de los discos gramofónicos. “Las majors han hecho un tapón de botella porque las fabricas son las que hay, no hay muchas. Están tan mal que tienen que rascar de algún lado, y han visto un filón en el vinilo. Han empezado a hacer ediciones especiales de discos por 50 euros cuando en un mercadillo de segunda mano lo puedes encontrar por 50 céntimos” señala Marc Piñol, productor asociado al sello Hivern Discs y que lamenta que “este proceso es el que hace ralentizar a los pequeños sellos, que son los que han confiado en este formato y han invertido en él desde sus inicios”. No obstante, también reconoce que este despunte del vinilo puede deberse, en parte, al hype y al ‘postureo’ por este formato, pero tampoco critica este movimiento. “Puedes comprar música al principio sin saber muy bien lo que te está provocando, una atracción extraña que no puedes definir. Luego hay un punto que te congracias con todo aquello que tienes, que puedes escuchar en casa” apunta Piñol, que afirma tener en su haber personal entre unos 8.000 y 12.000 vinilos.
Por su parte, Zero también apoya la coexistencia del digital y del analógico, algo presente en la carrera de uno de los máximos representantes españoles en cuanto a música electrónica. “Yo crecí con el vinilo y es mi herramienta de trabajo, es con lo que aprendí a pinchar. No obstante, coexisten diferentes formatos en mi ‘modus operandi’ de disfrutar el sonido. La música ambiental de los años 80 y 90 ya nació pensada para el CD”. A pesar de esto, reconoce que el sonido analógico es el único que permite mejorar la experiencia auditiva conforme se invierte o se mejora el equipo de reproducción, es decir, “en el digital no puedes pasar más allá de su barrera codificada, mientras que el vinilo te permite hacer más cosas”
En cuanto al panorama musical barcelonés, ambos coinciden con el buen momento que vive por una fermentación de los géneros musicales de los últimos 20 años, pero a veces, ignorada por muchos medios de comunicación. Aun así, defienden la profesión como “un estilo de vida, una evolución que pasa de un hobby a un profesión marcada por una pasión que ha ido desapareciendo al ver cómo está montada la industria, y mantenerla con salud es complicado”. Empero, mantienen sus esperanzas en las nuevas generaciones que están creciendo con un buen gusto increíble, y con una cultura musical muy completa. “Hay chavales de 19 años que están comprando discos que cuando nosotros éramos jóvenes solo compraban los coleccionistas más expertos, por lo que la cultura musical ha pegado un subidón exponencial”.
Dos defensores de lo analógico y partícipes de esta fiesta del vinilo son los DJs barceloneses Marc Piñol y Zero. Son conocedores del augede este viejo formato, pero critican la supremacía de las majors discográficas sobre los pequeños sellos en la producción de los discos gramofónicos. “Las majors han hecho un tapón de botella porque las fabricas son las que hay, no hay muchas. Están tan mal que tienen que rascar de algún lado, y han visto un filón en el vinilo. Han empezado a hacer ediciones especiales de discos por 50 euros cuando en un mercadillo de segunda mano lo puedes encontrar por 50 céntimos” señala Marc Piñol, productor asociado al sello Hivern Discs y que lamenta que “este proceso es el que hace ralentizar a los pequeños sellos, que son los que han confiado en este formato y han invertido en él desde sus inicios”. No obstante, también reconoce que este despunte del vinilo puede deberse, en parte, al hype y al ‘postureo’ por este formato, pero tampoco critica este movimiento. “Puedes comprar música al principio sin saber muy bien lo que te está provocando, una atracción extraña que no puedes definir. Luego hay un punto que te congracias con todo aquello que tienes, que puedes escuchar en casa” apunta Piñol, que afirma tener en su haber personal entre unos 8.000 y 12.000 vinilos.
Por su parte, Zero también apoya la coexistencia del digital y del analógico, algo presente en la carrera de uno de los máximos representantes españoles en cuanto a música electrónica. “Yo crecí con el vinilo y es mi herramienta de trabajo, es con lo que aprendí a pinchar. No obstante, coexisten diferentes formatos en mi ‘modus operandi’ de disfrutar el sonido. La música ambiental de los años 80 y 90 ya nació pensada para el CD”. A pesar de esto, reconoce que el sonido analógico es el único que permite mejorar la experiencia auditiva conforme se invierte o se mejora el equipo de reproducción, es decir, “en el digital no puedes pasar más allá de su barrera codificada, mientras que el vinilo te permite hacer más cosas”
En cuanto al panorama musical barcelonés, ambos coinciden con el buen momento que vive por una fermentación de los géneros musicales de los últimos 20 años, pero a veces, ignorada por muchos medios de comunicación. Aun así, defienden la profesión como “un estilo de vida, una evolución que pasa de un hobby a un profesión marcada por una pasión que ha ido desapareciendo al ver cómo está montada la industria, y mantenerla con salud es complicado”. Empero, mantienen sus esperanzas en las nuevas generaciones que están creciendo con un buen gusto increíble, y con una cultura musical muy completa. “Hay chavales de 19 años que están comprando discos que cuando nosotros éramos jóvenes solo compraban los coleccionistas más expertos, por lo que la cultura musical ha pegado un subidón exponencial”.
Fuente y texto: ccaa.elpais
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